EXPANSION 2012EXP27AGMAD8.49227/08/201407:30Directivos en veranoMensajes engañosos (11284599)27/08/1401:23EXPANSION.ES/$Carlos Rodríguez Braun/$3103GENERALEMPRESA Y POLÍTICA169909.28339839.477270829.99151460.9790.0000.000Mensajes engañosos169909.28354825.470270830.00069811.5000.0000.000Carlos Rodríguez Braun. Sotogrande
El recelo moral frente al mercado y las empresas se hunde en la noche de los tiempos, y por supuesto continúa en la actualidad. Una de sus facetas sostiene que la propia dinámica de los empresarios les lleva a mentir de manera irrefrenable. La conclusión es que el Estado debe intervenir para impedir o castigar los mensajes engañosos de las empresas.
De ahí que se justifique y aplauda la creciente regulación de la publicidad, habitualmente interpretada como una propensión de los empresarios a aprovecharse de la ingenuidad de los clientes, o de la acostumbrada asimetría informativa entre vendedor y comprador para timarlos. De hecho se asocia publicidad a mentira y es calificada profusamente como engañosa, subliminal, etc.
Esto viola dos circunstancias. Primera, el hecho de que la publicidad es apreciada por los consumidores como lo que es, una manera de transmitir y recibir información. Segunda, si las personas y las empresas engañan –y por eso una antigua legislación protege a los ciudadanos contra fraudes y estafas– no hay nada que permita concluir que los estados engañan menos, y todo indica, en cambio, que nadie miente más que ellos y los grupos de presión que a su socaire medran.
Hostigamiento
El hostigamiento a las empresas para evitar que engañen integra un aspecto de las sociedades intervenidas contemporáneas, que consiste en el tratamiento sistemático de los ciudadanos como si fueran menores de edad o débiles mentales. Esto resulta un ingrediente crucial para legitimar la coacción conforme al perverso paternalismo que previó Tocqueville, cuando anticipó que el Estado democrático sería como un padre que no cuida a sus hijos para que crezcan sino para que permanezcan siempre en una infancia irresponsable y, naturalmente, vigilada.
La falta de reconocimiento de la inmoralidad del Estado en tanto que propagador de embustes, finalmente desemboca en que los ciudadanos, acaso por resignación pero acaso también por equivocación, casi damos por hecho que la política es inmoral, casi aceptamos como inevitable que en ese ámbito de la vida social la ética debe resplandecer menos que en otros.
Eso explica la aparente paradoja de que las mentiras podrán ser condenadas, pero nunca lo son en el mismo grado si el mentiroso es un político que si es un empresario. Si un hombre de negocios es un estafador, no es probable que sea capaz de estafar a mucha gente durante mucho tiempo, y también podemos confiar en que recibirá un castigo en forma de reproche moral y a menudo de pena legal también.
Mientras tanto, las autoridades, que se afanan en impedir que las empresas engañen, pueden dedicarse no simplemente a hacer publicidad engañosa sino directamente a mentir del modo más descarado, y a recibir a cambio en las siguientes elecciones un castigo relativamente pequeño, o incluso ninguno.170142.47969811.500251989.588283362.0000.0000.00025517981.jpg170168.770283362.000270829.991347052.5000.0000.000La publicidad es apreciada por los consumidores como lo que es, una manera de transmitir y recibir información.170168.770349035.080270829.991355117.0000.0000.000“Se asocia publicidad con mentira y es calificada profusamente como engañosa o subliminal”213266.668164756.625270830.000184189.1110.0000.000